Arqueólogos identifican restos de antiguos recintos rituales mayas en zonas impactadas por el Tren Maya. Los hallazgos aportan información sobre la vida colectiva del pueblo maya, pero también reavivan el debate sobre la destrucción del patrimonio y la falta de protección ambiental en la obra.
Entre hallazgos y daños: lo que el Tren Maya está dejando al descubierto
Mientras la maquinaria del Tren Maya avanza abriendo paso entre la selva del sureste mexicano, los arqueólogos trabajan contra reloj para documentar lo que queda en pie de una de las civilizaciones más complejas de América.
En uno de los tramos del proyecto el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) dio a conocer el pasado 10 de noviembre del 2025, el hallazgo de evidencias que podrían corresponder a antiguos recintos rituales y de reunión colectiva, un descubrimiento encabezado por los arqueólogos Manuel Pérez Rivas, Susana Echeverría Castillo, Wendy Lorena Pérez Mezquita y David Alejandro Ferman Valor.
El equipo estudia incensarios efigie de cerámica y otros materiales que datan del periodo Posclásico (900–1521 d.C.), los cuales se utilizaban en rituales de culto y ofrenda. Estas piezas, explican los especialistas, constituyen pruebas del uso de espacios destinados a ceremonias, discusiones o decisiones comunitarias, con antecedentes que podrían remontarse al periodo Preclásico.
Arqueología en contrarreloj
Los investigadores trabajan en condiciones complejas: las excavaciones y análisis se realizan mientras el proyecto ferroviario continúa su construcción, lo que ha generado presiones de tiempo y riesgo de pérdida de contexto arqueológico.
De acuerdo con diversos reportes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), los hallazgos en la ruta del Tren Maya ya superan las 60 mil estructuras prehispánicas registradas, junto con miles de objetos y restos humanos. Sin embargo, organizaciones ambientalistas y comunidades locales denuncian que el ritmo de las obras no permite una investigación ni conservación adecuadas.
En los últimos meses, especialistas y colectivos han advertido sobre la fragmentación de ecosistemas, la deforestación y la afectación directa a cenotes y cuevas sagradas. Estos espacios naturales y espirituales son considerados por muchos pueblos mayas como parte viva de su herencia cultural.
“Estamos documentando lo que podemos antes de que desaparezca”, comenta uno de los investigadores consultados por medios locales. “Cada metro removido revela siglos de historia que tal vez no volveremos a ver.”
Recintos de culto y decisiones colectivas
Pese a las dificultades, la investigación dirigida por Pérez Rivas, Echeverría Castillo, Pérez Mezquita y Ferman Valor busca comprender la función social y simbólica de estos recintos.
Los incensarios efigie, por ejemplo, permiten rastrear rituales de ofrenda e intercambio que se realizaban en templos y plazas, espacios donde también se discutían asuntos de la comunidad, desde temas agrícolas hasta acuerdos políticos.
Estos indicios amplían la visión sobre el mundo maya: sus templos no solo eran espacios sagrados, sino también centros de diálogo, negociación y toma de decisiones colectivas.
Entre el rescate y la pérdida
Aunque los hallazgos arqueológicos aportan conocimiento valioso, su contexto genera una paradoja: para descubrirlos, se destruyen otros elementos naturales y culturales.
El propio INAH ha reconocido que, aunque se realizan esfuerzos de rescate, no todos los vestigios pueden preservarse in situ. Algunos son trasladados, otros quedan sepultados o fragmentados por el avance de la obra.
Diversas voces del ámbito científico y ambiental han pedido una pausa en los trabajos del Tren Maya para garantizar la protección tanto del patrimonio arqueológico como del ecosistema de la región, considerado uno de los más ricos en biodiversidad de América Latina.
“Los hallazgos son impresionantes, pero el costo ambiental y patrimonial es enorme”, advierten especialistas. “Estamos viendo el último aliento de sitios que han sobrevivido milenios bajo la selva.”
Una historia que se cuenta entre los escombros
La investigación arqueológica en torno al Tren Maya sigue en curso. Los datos obtenidos ayudarán a comprender mejor cómo los antiguos mayas ocupaban, discutían y ritualizaban el espacio colectivo, pero también dejan al descubierto una realidad dolorosa: el patrimonio que se intenta rescatar está siendo destruido al mismo tiempo.
El legado maya sigue emergiendo desde el subsuelo, mientras la modernidad pasa sobre él con rieles y concreto. Lo que hoy se documenta podría convertirse, en unos años, en la única memoria de lo que la selva y la historia ya no podrán proteger.














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