En 1964 se descubrió una de las redes de trata más perturbadoras en México. El expediente del Poder Judicial de Guanajuato revela los testimonios, la corrupción y las condenas en el caso de Las Poquianchis, una historia que más que un mito es el reflejo de la crueldad de una sociedad, en donde las víctimas no alcanzaron la justicia y que ha dado pie a una diferentes obras literias, películas y series coo la recién estrenada por Nexflix Las Muertas.
“No salgas sola, te podrían llevar las Poquianchis”. Por muchos años, la palabra Poquianchis fue para las niñas sinónimo de peligro, después de que en 1964 se descubriera una las redes de ‘trata de blancas’ más perturbadora y cruel de aquellos años; sin embargo, no es parte de un pasado olvidado, sino es un ejemplo de la terrible situación de pobreza, corrupción, soledad, revictimización y miseria de la sociedad.
En agosto del 2019, el Poder Judicial del Estado de Guanajuato compartió el Expediente de las Poquianchis en donde concentraba testimonios y la sentencia que enfrentaron las hermanas González Valenzuela, sus cómplices, y sus víctimas, sí, también algunas de las mujeres secuestradas y torturadas, fueron rescatadas para volver a ser encerradas ¿Realmente hubo justicia en el caso de las Poquianchis?
Entre la realidad y el mito
“Las Poquianchis” no solo es una leyenda urbana, una película, serie, un mito o un relato de horror, es un caso real centrado en las hermanas María de Jesús, Luis, Carmen y Delfina González que trascendió la nota roja para convertirse en un fenómeno social y cultural.
El origen criminal de las hermanas González Valenzuela comenzó en la década de 1930, cuando el negocio comenzó en una cantina en El Salto, Jalisco, operada por Andrés González, su padre, quien falleció en 1938 heredando el sitio y una modesta fortuna que permitió expandir los burdeles fuera del estado.
Entre 1945 y 1964, casi dos décadas, las hermanas se dedicaron a reclutar con engaños a jóvenes de entre 12 y 13 años en poblados pobres de Michoacán, Jalisco, Veracruz, Nayarit y Guanajuato, según precisa el documento del Poder Judicial.
La dinámica era la misma, con la promesa de contar con un trabajo bien pagado, las jóvenes eran convencidas para ir a trabajar con Las Poquianchis, las trasladaban en un auto en donde les tapaban la cabeza con una cobija y las hacían acostarse en el suelo para no ver nada.
Ya en el lugar, eran encerradas por días o semanas, dándose cuenta de que habían caído en un burdel. En algunos de los testimonios, las víctimas contaron que les prometieron trabajo de sirvienta, para trabajar en un restaurante u otro trabajo.
En el lugar trabajaban hombres, como jardinero y choferes, quiénes fueron señalados como los encargados de deshonrar a las señoritas así cómo usaban palos o aparatos médicos para el mismo fin, para después obligarlas a prostituirse, sin ningún suelo y bajo pésimas condiciones, en donde el más mínimo error, era motivo de torturas y abusos.

La deshumanización: torturas y castigos
Cinco tortillas y un plato con algunos frijoles dos veces al día se convirtieron en el alimento de las mujeres secuestradas, dormir en el suelo todas en un cuarto casi desnudas era parte de su rutina para después vender su cuerpo por 15 a 20 pesos, dinero que les era quitado en totalidad.
Contaron a las autoridades que eran castigadas cargando tabiques en las manos y en la cabeza por horas, tenían que golpearse entre ellas con palos y zapatos, algunas hasta la muerte o al borde de ella, para después ser enterradas en el patio, después de quemar sus cuerpos.
Las mujeres que resultaban embarazadas eran golpeadas y cuando tenían a sus hijos, les eran arrebatados para después desaparecerlos, algunos ahogados en el acto, otros más, solo nunca se les volvió a ver. Las recién aliviadas, eran golpeadas con palos para que no volvieran a quedar embarazadas.
Uno de los relatos más perturbadores, es cómo obligaban a una de las víctimas a tener contacto con un perro, lo que provocó graves enfermedades en ella que culminaron en su asesinato a palos por su propia hermana, que para entonces eran considerada ‘la comadre’ de las Poquianchis.
Además, que en el sistema había cuatro mujeres, que eran conocidas como ‘las verdugo’ encargadas de aplicar los castigos más severos, pero que todas ellas, alguna vez llegaron con engaños al lugar.
Una de las revelaciones más impactantes es la total falta de humanidad en el trato a las mujeres. Se les cambiaba de nombre constantemente para dificultar cualquier intento de identificación o rescate. Las tenían encerradas con llave en cuartos de la planta alta, completamente incomunicadas
Prohibición de la prostitución, política fallida
En Guanajuato, en 1962 fue prohibida la prostitución organizada. Esta medida, lejos de poner fin a la actividad, la empujó a la clandestinidad, obligando a las hermanas a operar de manera oculta. Un incidente en una de sus cantinas en Lagos de Moreno, donde el hijo de Delfina murió, provocó un alboroto que culminó en la clausura del local.
Ante la creciente presión de las autoridades, las hermanas se refugiaron con sus víctimas en una finca en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Trasladaron en ese momento a 31 mujeres a la Granja San Ángel, en San Francisco, pero según relataron seis mujeres lograron escapar en el movimiento y finalmente dos más.
Una denuncia, desata la investigación
Fue el 12 de enero de 1964, cuando Catalina Ortega, una de las mujeres cautivas, logró escapar y llegó hasta las autoridades para denunciar los crímenes, ahí relató como fue secuestrada siendo menor de edad, las torturas y cómo operaba esta red de trata.
Cuando agentes del Ministerio Público llegaron a la finca en cuestión encontraron a 18 mujeres y tres niños en estado de desnutrición severa. Al excavar en el terreno de casi 15 hectáreas que tenía como patio la propiedad, rescataron 91 cadáveres, incluidos mujeres, hombres y fetos, según algunas investigaciones y análisis del caso realizado por diferentes universidades y catedráticos. Aunque algunos aseguran que eran más de 150 víctimas.
Los ministeriales también aseguraron un rifle 7 milímetros con matrícula 7202, una pistola 38 especial con matrícula 304666, un rifle americano 122852, una pistola 38 especial Smith, 25 láminas que eran golpeadas para opacar los gritos de las mujeres al ser torturadas, micrófonos en los cuartos (para escuchar las conversaciones de los clientes con las muchachas).
Águila Negra, sinónimo de la corrupción y crueldad
¿Cómo pudieron operar las poquianchis y cometer los crímenes en total impunidad? Todo se resume a la corrupción de la época.
En los relatos, las mujeres contaron que entre sus clientes había políticos y toda clase se personas de poder, que tenían relación directa con las hermanas González Valenzuela; entre ellos destacaba uno el teniente de caballería del Ejército Mexicano, quien fue señalado por, incluso organizar redadas de mujeres menores de edad, secuestrarlas, violarlas y después llevarlas al burdel. Cada viaje a cambio de un pago de 20.50 pesos.
Él también fue señalado por las víctimas de haber sido la persona que aconsejó a las Porquianchis a matar a las chicas, después de la prohibición de la prostitutición; y es que anteriormente las mujeres iban desapareciendo tras enfermarse, después supieron que arrojaban sus cuerpos en diferentes carreteras.
Sin embargo, ante la situación de falta de trabajo, falta de alimentación y condiciones inhumanas, muchas de las mujeres estaban en delgadez extrema, enfermas e hinchadas, por lo que Hermenegildo, en varias ocasiones, les dijo que se fueran deshaciendo de “las que ya no servían” de una por una. Fue cuando se intensificaron los golpes y los asesinatos.
Su condena, fueron 35 años de prisión y una multa de 5 mil pesos o pasar cinco meses más detenido. Así como realizar la reparación del daño por los delitos de homicidio calificado, violación sexual, entre otros.
De víctimas a cómplices: Revictimización
Además de las Poquianchis, al menos 20 personas más fueron encontradas culpables de lesiones, homicidio y lenocinio (trata), más de la mitad, las propias víctimas rescatadas, y es que algunas tenían hasta 15 años secuestradas.
Las hermanas González Valenzuela fueron detenidas y sometidas a un proceso judicial que acaparó la atención mundial. Los delitos: asociación delictuosa, lenocinio, secuestro, corrupción de menores, amenazas, lesiones, homicidio y violación de la ley sobre inhumación.
Con más de mil hojas en el expediente y más de 20 testimonios, las autoridades judiciales no fueron ajenas a la cobertura mediática, principalmente de la publicación ¡Alarma!, que además de atribuir actos satánicos, orgías y demás situaciones, calificó a las mujeres rescatadas como ‘ejecutoras’, ‘cómplices’ o ‘pupilas’, lo que influyó a que también fueran condenadas con penas de entre un año hasta 25 años de prisión.
En aquellos años no existía la presunción de inocencia, no se hablaba de revictimización, mucho menos perspectiva de género y análisis del contexto. La mayoría de las mujeres llegaron siendo menores de edad, fueron violadas, torturadas, esclavizadas, y obligadas a la prostitución y asesinato, pero para las autoridades sólo tuvo valor su complicidad y participación en los hechos.
Una de las víctimas, incluso reconoció que ella llegó sola al sitio y le ofrecieron el trabajo y como tenía a su hija muy enferma, aceptó para poder comprar las medicinas que necesitaba; sin embargo, ya adentro, le quitaron a su pequeña, la cual murió porque no le permitieron que le diera de comer, y ella fue obligada a trabajar sin paga y golpeada todos los días.
Otro de los testimonios, como el de Guadalupe Moreno Quiroz, que cuestionó qué le esperaba “afuera sino la miseria”, ilustran el dilema al que se enfrentaban muchas de estas mujeres.
La Brutalidad Oculta en los Testimonios
Lo que distingue a este documento de cualquier otra versión del caso son los fragmentos textuales, extraídos directamente de los testimonios de las víctimas. Estos son los verdaderos gritos de terror que se escucharon dentro de esas casas:
- “Permaneció secuestrada como tres meses, pues no la dejaban salir a ninguna parte y no recibía además ninguna retribución por los trabajos domésticos”.
- “Las tenían incomunicadas, golpeadas, encerradas con llave en un cuarto”.
- “Mataron a dos muchachas a puros golpes, y sin darles de comer ni tomar agua”.
- “Les dijo el orden en que iban a morir, señalando a la deponente… porque eran puros pellejos”.
Estos extractos no son ficciones; son la cruda realidad de lo que estas mujeres padecieron. Una de las historias más desgarradoras es el relato de cómo una verduga, por órdenes de las Poquianchis, “remató a golpes a su propia hermana”. La maldad era tan profunda que se había normalizado incluso entre las propias víctimas, obligándolas a golpearse entre sí.

¿Qué declararon las Poquianchis?
En el documento publicado por el Poder Judicial habla de las hermanas al ser cuestionadas por cada uno de los hechos, negaron rotundamente haber participado en los homicidios, los actos de tortura y el secuestro. Aseguraron que las mujeres habían llegado por voluntad propia y que permanecían ahí por gusto.
Aseguraron que ellas desconocían cómo morían las mujeres, sólo se daban cuenta que se golpeaban y que luego ya no las veían, hasta que una de ellas dijo que ya no soportaba a su hermana que estaba enferma por haber estado con un perro y la golpeó hasta la muerte, lo que las asustó mucho y permitieron que la enterraran en el patio, pero después fue otra más.
Negaron que el jardinero y el chófer fueran los encargados de abusar de las muchachas que llegaban, pues solo se encargaban de realizar mandados, y hacer viajes, que les eran pagados como se tenía acordado.
Historias de México. Las Poquianchis fueron llamadas por la prensa como seres demoníacos, como ‘arpías’, ‘bestias’, ‘ratas’, ‘hienas’, e ‘hijas del diablo’. Todo esto ayudó a que su historia permaneciera en la memoria colectiva.
El 15 de octubre de 1964 a las 13:00horas, las Poquianchis fueron sentenciadas a 40 años de prisión, la pena máxima de ese entonces, por el Juez de Primera Instancia de lo Penal de San Francisco del Rincón, Timoteo Lozano Martínez. Aunque apelaron la sentencia el 29 de octubre ante el Magistrado Propietario segunda Sala Penal Colegiada dirigida por Jesús Luna Guzmán, el 2 de agosto de 1966 tras la revisión de 1 mil 29 fojas del expediente 34/1964 fue confirmada su sentencia.
40
años de prisión
Una historia que no termina de contarse
El caso inspiró a numerosos artistas y escritores que buscaron explorar la compleja realidad detrás del mito.
La película Las Poquianchis (1976), dirigida por Felipe Cazals, y la novela Las Muertas (1977), de Jorge Ibargüengoitia, son las obras más notables. Ibargüengoitia, al basar su novela en los expedientes judiciales del caso, intentó acercarse a una “verdad” histórica, aunque el resultado fue una obra de ficción que, irónicamente, contribuyó a la mitificación del caso.
Y ahora a serie de ‘Las Muertas’ de Nexflix inspirada en la novela de Jorge Ibargüengoitia que llegará a pantalla para revivir esta historia, que auqneu pareciera un cuento de horror del pasado, es un crimen que sigue presente en nuestros días.

El mito de “Las Poquianchis” ha servido a un propósito más allá de la mera fascinación por el crimen. Al transformar a las hermanas en figuras “diabólicas” y “monstruosas”, la sociedad pudo externalizar su miedo y explicar lo “inexplicable”, al mismo tiempo que se desviaba la atención de las causas sistémicas de corrupción y pobreza que hicieron posible la tragedia.
La narrativa cultural del caso se convirtió en una herramienta de control social, un “cuento moral” que, al demonizar a las mujeres que “se salieron de la norma”, advertía a otras sobre los peligros de transgredir las convenciones sociales. “No salgas sola te podrían llevar las Poquianchis”.
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